Un hombre puede vivir sin comida muchísimo más de lo que puede vivir sin agua.
¿Por qué?
Cuestión de sed.
Todo el tiempo en nuestra vida nos aqueja el más diverso tipo de sedes: física y emocional, expresa y tácita, intelectual y personal, de sentimiento y de deseo. ¿Cuáles son las más importantes, remitiéndonos a la entrada anterior sobre jerarquizar? Parte de la vida se reduce a saciar muchos de esos sentimientos de sed, y a la vez acallar algunos otros que nos son perjudiciales, pero nadie expresa de una manera acertada con qué prioridad debemos saciarlas o combatirlas. Sobre todo, sabiendo que hay sedes que son impostergables. ¿La física primero? ¿la del deseo? ¿la del placer? ¿la intelectual y la cultural? ¿la de ser amado? cada sed tiene implícita en ella sus sinsabores de cada día. De hecho, si satisfacemos una, es posible que la otra quede irremediablemente acallada. Pero hay necesidades que no podemos obviar.
Quizás podría decirse que la sed sentimental es la más desesperante de todas. ¿Pero cuál es el verdadero sentimiento? La muerte es la única que les es común a todos los hombres, y por lo tanto, lo que provoca es el sentimiento por excelencia. La muerte es la única cosa que exige respuestas de algún tipo para pensarse en ella, porque es lo único que al hombre le es enteramente desconocido. Hay una sed en ella, que es la sed de respuestas. Y no hay sed más fuerte que la que se resuelva de una vez por todas el mayor misterio del Universo: ¿quiénes somos? y ¿dónde vamos?
La sed verdadera.
Pero surge una nueva pregunta. ¿Cómo tolerar una sed que se sabe que nunca va a saciarse? Un preso en una cárcel es mantenido sólo con comida, sin acceso a agua. El hombre gritará cada vez que se acerque alguien que no quiere comida, que quiere agua, y por más de que no se la den, va a seguir esperanzado. Porque no es posible resignarse a una sed. Entonces ¿cómo vivir tolerando la ausencia de respuestas?
Hemos de hallarlas por nuestra propia cuenta, en aquellas cosas que tengan sentido para nosotros. Sabiendo que no hay respuestas absolutas, pero que a su vez, no hay mayor certeza que la que otorga la fe.
¿Nunca te abrumó la sensación de que te falta algo, de que hay algo de vacío en lo lleno y nebuloso de la vida actual, que hay cosas que uno no entiende, misterios que quiere alcanzar y nunca llega por más de que corra? ¿Debemos resignarnos a nuestra condición de animales terrestres e ignorantes y encerrarnos en esto y ser felices con lo que podemos alcanzar? ¿No vale la pena vivir intentando alcanzar respuestas? Esta no es la sed verdadera, pero es la sed de la felicidad.
¿Nunca experimentaste una sed de infinito?
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